Las sucesivas oleadas de la inmigración europea del siglo 17 y parte del 18, dejaron profundas huellas en las regiones en las cuales desarrollaron su cultura lejos de sus países originarios. El impacto de los hombres y mujeres que surcaron el mar para escribir otra historia en la fragua del tiempo, moldearon los matices culturales, rasgos fisonómicos, la cosmovisión, la arquitectura y las costumbres. De esta forma imaginamos el contexto de la vieja Pilar, cuya vida social giraba en torno al puerto, y la cultural en torno a la sociedad italiana. Se presentaban en exquisitas veladas las obras clásicas.
Sofía Mendoza nace en ese pequeño pero dinámico mundo un 10 de julio de1906 en el hogar formado por Manuel Mendoza e Higinia Delpino. La señora Sara Silva de Ashwell daba clases de teoría solfeo y piano, siendo Sofía una de sus alumnas. En ocasión de presentarse en la Sociedad italiana el famoso concertista Agustín Barrios junto a Roque Centurión Miranda, como número previo actuó Sofía Mendoza. Los artistas centrales quedaron deslumbrados a tal punto que hablaron con los padres de Sofía, convenciendo a los mismos de la necesidad de buscar centros más especializados para profundizar sus conocimientos. A su regreso a la capital conversaron con Fernando Centurión quien finalmente realizó las diligencias necesarias y beca de por medio, Sofía viaja a estudiar canto lírico a Italia. Al culminar su formación, realizó importantes giras por el viejo mundo cosechando aplausos por su magnífica labor.
A su regreso a Sudamérica, decide radicarse en Buenos Aires y forma parte del elenco estable del famoso teatro Colón. Allí durante 11 años fue la Prima donna, mérito nunca alcanzado por ningún artista paraguayo. Daba. conciertos al aire libre congregando multitudes, según testimonios recogidos en el libro ruego y camino de Agustín Barbosa. Íbamos con José Asunción Flores y otros compañeros para aplaudir a la exitosa compatriota, relata Barboza.
Regresó al Paraguay y fundó la escuela de canto y formo la mejor generación de cantantes líricos de nuestro país. Vivió sus últimos días en un asilo de ancianos en la ciudad donde fue una estrella, su amada Buenos Aires, sola y abandonada, acorralada entre la soledad y el olvido.
En nuestro tiempo de justiciera reivindicación, los pilarenses tenemos una deuda menos ya que el Conservatorio de la Facultad de Ciencias Tecnologías y Artes lleva su nombre.